lunes, 5 de julio de 2010

TEMA DE ANTOLOGÍA - RELATOS ERÓTICOS

JUSTO EN EL MEJOR MOMENTO

JUAN FRAN NÚÑEZ PARREÑO

Lo habían estado planeando durante los últimos días, y hoy, esta noche, noche vieja, era el momento ideal. ¿Qué mejor manera de celebrar la despedida del año que acaba y la entrada del nuevo año que regalándose, en estas fechas tan señaladas, su primer encuentro, un encuentro especial, amoroso y pasional?

Raquel, reservada divorciada cincuentona sin hijos, flamante vencedora de la guerra contra la menopausia, de pelo corto castaño de bote, que nada ayuda a su poco agraciada cara, con peligrosas, generosas y pesadas curvas acordes a su edad ―se podría decir que es más fácil saltarla que darle la vuelta―se entregará y refugiará, como habitualmente hace hasta bien entrada la noche, en su solitario trabajo de restauradora de cuadros en el Museo del Prado; aunque la verdad es que lleva todo el día pensando en la cita que tendrá, en unas horas, con su recién conocido amiguito, regordete, calvo, y lo que más le gusta de él y más morbo le da es que será ella quien lo va estrenar. Después de más diez años de no haberse acostado con ningún hombre, ni tan siquiera de haberse consolado a sí misma en esos naturales momentos de necesidad y excitación humanas, cosa que nunca en su vida se ha atrevido a hacer por el miedo que les metieron a ella y a sus compañeras en el colegio de monjas en el que estudió durante su niñez y adolescencia, y que aún lleva metido en el cuerpo; pero esta noche va a dejar a un lado todo ese rollo religioso de los pecados de la carne y sólo se va a dedicar, en cuerpo y alma terrenales, a disfrutar del placer carnal, incluso está dispuesta a hacer cosas que jamás ha hecho, como una felación o un coito anal; está tan deseosa que de sólo pensar en eso se le endurecen sus grandes pezones, acordes con sus enormes pechos, y se le moja y estremece su hambriento, desaprovechado y carnoso sexo.

José, tímido soltero cuarentón, feo, calvo, miope, de sobrado peso y escasa estatura, estrenará para la ocasión unos calzoncillos rojos comprados ayer por la tarde, dicen que da buena suerte llevar algo de ese color, aunque no cree mucho en esas supersticiones se los pondrá a ver si continúa, durante mucho tiempo, este golpe de fortuna que ha cambiado recientemente su monótona y solitaria existencia, y además ya necesitaba renovar su escasa ropa interior, así que mata dos pájaros de un tiro. Cuando llega a casa después del trabajo ―hoy es treinta y uno de diciembre, y no obstante le ha tocado trabajar hasta las tres de la tarde en su puesto de catalogador en el archivo de la Biblioteca Nacional―se pone a recoger como mejor puede la desordenada casa, poniendo más empeño en su desastrosa habitación, el lugar donde disfrutará locamente por primera vez con su nueva pareja, y con la que está decidido a perder de una vez ya su virginidad; pase lo que pase, esta noche sí la meterá. Sí, por fin después de tantos años puede decir que tiene una pareja, una compañera que le será fiel, diferente a las caras y descaradas bailarinas, preferiblemente gorditas, a las que veía los fines de semana en los privados de algunos clubes de Madrid, que le cobraban por adelantado y a las que nunca tocaba ni llegaba a nada, porque lo único que buscaba en ellas es ver sus bailes eróticos mientras las contemplaba, a pesar de que en el momento en que se desnudaban, él siempre acababa eyaculando sin remedio sin poder quitarse ni si quiera los pantalones ni sacársela para masturbarse, como hacía a diario en su casa viendo videos porno bajados de internet, y así al menos poder derramar su semen fuera, y no ser, como siempre es, el motivo de las risas y del cachondeo de chicas y clientes de los locales a los que va; visitas y hábitos solitarios con los que decidió terminar definitivamente cuando la conoció a ella.

Después de una estupenda cena, al fin el momento tan esperado y deseado ha llegado. Raquel, a la luz tenue de las numerosas velas aromáticas que ha distribuido por el cuarto, empieza a bailar delante del gran espejo del armario, con su virginal amante esperándola sobre la cama vestida con sábanas de seda, le encanta mirarse y mirarlo a él mientras se mueve; lentamente, se aproxima al lecho dejando caer su vestido de noche color rojo, quedándose totalmente desnuda ya que no lleva nada debajo, ofreciéndole sus abundantes encantos, y mostrando el corazoncito de vello púbico que para la ocasión se ha dejado pensando en él cuando se depiló su sexo. Ya sobre la cama, se tumba boca arriba abriendo todo lo que puede sus piernas para recibirlo. José, que entró en la habitación ya desnudo para no perder tiempo, se estremece al ver a su chica, de pelo corto y de proporciones perfectas para su gusto, cosas que hicieron que se enamorara a primera vista de ella, esperando a ser tomada por él, y esta vez, por primera vez, no había eyaculado antes de tiempo, y por primera vez iba a penetrar con su pene un sexo femenino. Raquel separa con los dedos de su mano izquierda los labios externos de su jugoso y decorado sexo, para así favorecer la inmersión en sus cálidas aguas de ese magnífico miembro erecto de veinte centímetros, duro como una piedra y suave y delicado como el terciopelo, que toma con la mano derecha y lo introduce dentro de su vagina empapada y a la vez sedienta de él. El coito es frenético y salvaje, los movimientos de ese magnífico miembro entrando y saliendo de ese orificio de infinito placer son veloces e imparables. El gozo es extremo para Raquel que después de tanto tiempo, desde la separación de su marido dejando atrás los continuos maltratos, y en el que ya había olvidado lo que era hacer el amor, se siente llena y colmada por esa maravilla que encaja a la perfección en su interior. Para José, la sensación de sentirse por primera vez dentro de un cuerpo de mujer, haciéndolo suyo, agarrando con sus manos esos fascinantes pechos, y chupando esos dulces y duros pezones, es más delicioso de lo que jamás había imaginado. Las campanadas de media noche empiezan a sonar, y con ellas se acompasan los fuertes empujones que da él y las acogidas que recibe ella, y justo en el instante en que va a llegar el último golpe de campana, justo en el segundo en el que un año muere y otro nace, justo en ese momento en el que ambos están a punto de morir de placer para nacer de nuevo de gusto en un inmenso orgasmo, justo en ese momento va y se para el vibrador, con forma de pene, que Raquel tiene dentro de su vagina al agotarse las pilas que lo acompañaban cuando lo compró y que había puesto a la máxima potencia para este encuentro amoroso; y sincronizado como por un maldito cronómetro del destino, en ese mismo instante, la muñeca hinchable sobre la que José desata su locura pasional va y se desinfla al romper con la uña de su dedo meñique, que siempre lleva más larga, el pecho derecho, al agarrarlo y apretarlo desaforadamente con ímpetu y ardor. Justo en el mejor momento, los dos amantes artificiales estrenados esta noche, quedan muertos e inservibles.
―Feliz Año Nuevo amor mío, en cuanto abran las tiendas te compraré unas pilas nuevas alcalinas ―dice Raquel mirando con cariño a su vibrador.
―No te preocupes vida mía, mañana te pondré uno de los parches para pinchazos que tengo de mi bicicleta y quedarás como nueva ―dice José a la muñeca hinchable de la que se ha enamorado.



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