sábado, 16 de octubre de 2010

TEMA DE ANTOLOGÍA - CUENTOS DE BRASERO

DALIT R. ESCORCIA MARCHENA

LAS MALDICIONES CREADAS

(La Oración del Tabaco)


Le temblaron los labios. Escuchó, en el otro cuarto, la voz de la hermana recriminándola. Sintió que una bocanada de humo se le atragantaba en la garganta. Y mirando la punta incandescente del tabaco, le sentenció a María Iluminada: _ “En esta parte de la candela, observo que los tiempos malos aún no cesan para tu familia… pero auguro tiempos mejores por este lado…” Volvió a llevarse el tabaco a los labios y exclamó: “¡Observa! ¡Observa! ¡Lo ves, está clarito de este otro lado! Tu soltería pronto llegará a su fin…” Y de pronto, se escuchó nuevamente la voz de la hermana que le decía: _ “Engracia… no juegues con fuego…recuerda la historia de la bisabuela Encarna y la abuela Dioclesiana. No te pongas a provocar a lo que no conoces… Siempre me han dicho que en el hogar donde se realizan conjuros, viven salaos, la gente nunca sale de la pobreza… y siempre se está al borde de las desgracias…” Engracia levantó los hombros e hizo un mohíno con la boca y, con un gesto de fastidio, apagó el tabaco; lo guardó en un pequeño cofre que tenía sobre un nochero.
María Iluminada miraba a Engracia con profunda intranquilidad. Aún no entendía, lo que a través de las pavesas del tabaco había escudriñado su prima, quién desde muy niña le encantaba hacer de pitonisa. Se sintió acorralada, golpeada por el infortunio. Y salió preocupada con la intensión de ir a su casa y contarle a la tía Cleotilde.
Cuando yo me enteré del juego de María Iluminada y mi prima Engracia, la piel se me erizó. Me acordé, enseguida, de las abuelas Encarna y Dioclesiana, de sus rostros apesadumbrados, ojos tristes y lo lúgubre de sus casas. Cada ruido y sino que ellas detectaban, día tras día, los interpretaban como desgracias, programadas por sus supuestas enemigas para que ellas nunca salieran de la pobreza. Sentí que todos los Armestos habíamos caído en un círculo vicioso. No existía dinero, que se trabajara, que no se fuera, como sal y agua, pagando a los hechiceros, hechiceras, yerbateros y yerbateras para curarse de supuestos maleficios padecidos o previstos hacia el futuro.
Corrí a la casa. Y en ella encontré a todas mis tías y primas reunidas alrededor de la cama de mi madre que había sufrido un desmayo. Algo gris cruzó por mi pensamiento… y pude presentir como mi madre había sido envenenada por los brebajes y menjurjes, dados como remedio, por mis tías y primas. Gracias a Dios, que sólo fue una visión pasajera… Me levante sobresaltado de la cama. El maldito despertador no había timbrado, o a mí se me olvidó programarlo. Sentí que el mundo se me venía encima, porque tenía una cita de trabajo programada para las 8:00 a.m. y ya eran las 8:10 y aún me encontraba envuelto entre las sábanas. ¿Qué más desgracia?... que quedarse profundamente dormido por estar soñando tonterías sacadas de las historias de las abuelas. Pensé, entonces: “Me espera un tiempo largo de vagancia, sino logro que me den ese empleo”. Se irguió rápidamente y se dirigió, con la toalla en la mano, al pequeño espacio que hacía las veces de baño. A medio paso de entrar a la ducha, se acordó del amuleto dejado bajo la almohada y la oración de San Judas Tadeo que le había recomendado su mamá. Volvió sus pasos, pero ya era demasiado tarde, el reloj de su despertador marcaba las 8:15 a.m. y Engracia le gritaba a su hermana:
_ ¡Recoge agua porque parece que se está yendo, tú sabes cómo son estas vainas en Barranquilla! _. Las voces le resonaron en su cabeza y se fueron perdiendo en el fondo de la casa.

Autor: Dalit Rafael Escorcia Marchena.

1 comentario:

  1. Haber sido publicado en este blog, para mí, es un gran honor... y despliego mi respeto y admiración por Monsieur James.

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