RODRIGO ALVARGONZÁLEZ PICÓN
EL PRIMERO DE OMAHA
1.- ES LA HORA
Al abrirse el portón
un alud de balaceras
se arroja contra el terror;
y no me avergüenzo
del ardiente arroyo de orina
que por mi pierna serpentea:
sigo vivo.
2.- PRIMERAS BAJAS
Los quejidos del acero
y los gemidos de los guerreros
se agolpan en mis tímpanos
empujados por los bramidos
de las espumosas explosiones.
Inconexos se agitan
sonido y vista.
Oigo, tras los acechantes silbidos,
cómo van cayendo mis compañeros.
Pero no los escucho.
Veo, a los lados y enfrente,
detrás de mí incluso,
el desplomarse de los cuerpos,
el horror de los ojos,
la doliente sorpresa del impacto.
No los miro.
3.- DESPERTAR
Me descubro vivo
en cada latido:
no sé qué suerte,
qué mano del destino
me proteje.
Tengo que correr,
que nada es eterno.
El mar,
neutral testigo
del sanguinario instante,
contra las costillas
bate.
Y corro.
No es obstáculo el agua:
aguijoneado por el pánico,
contra los proyectiles
corro.
4.- SÓLO YO
Aflora el egoísmo
en su absoluto poder
de supervivencia.
Ya se desvanezca el cosmos
ya sea engullido
por un famélico diablo...
Abro las aguas
con las neuronas y las uñas.
Destejo las moléculas
de hidrógeno y oxígeno
a mi paso de vida.
Me reclama Joselyn
desde la orilla:
inmerso en este infierno de espectros,
en esta dantesca siega de primaveras,
orgía de las güadañas asesinas,
la ternura de Joselyn es mi guía.
Cada milésima
-es también una guerra
contra el tiempo de uno-
puede llamarse muerte.
Ahora los otros seres me son ajenos;
ya pueden desaparecer o necesitarme,
es indiferente el motivo por que se lucha:
sólo importo yo
y todo mi yo se afana
en seguir siendo yo.
En la lucha contra la muerte,
durante la batalla,
el egoísmo es el arma,
la punta de la salvación.
5.- A CUBIERTO
Siglo tras siglo
las incansables mareas
erosionaron las aristas
y el vértigo de los acantilados
para crear la playa...
para mí es sólo un montículo
donde acaba este mar de desamparo,
salvador promontorio
de minúsculas lentejuelas
de granito y cuarzo
donde me espera el existir.
Como un meteoro
me despeño sobre él.
Caigo aplastado
por las gravedades
de Júpiter y el Sol.
Aterrizo de plano,
la boca abierta:
no imaginé jamás
que me alegraría
con tanta pureza
y humildad
de masticar arena.
6.- EL HORROR
Parece que di la vuelta al mundo
corriendo.
Parece mi corazón un volcán
a punto de estallar.
Parece que los músculos hubieran
mudado a huesos...
Mis poros, como un embalse
que desagua,
sangran mares de sudor...
Y tiemblo,
sin aire.
Hasta el alma
tirita de miedo
en este desenfreno
de obuses y metralla.
No deseo abrir los ojos...
pero los abro.
Bajo las olas de arena
la realidad palidece
entre el humo empecinado.
Donde apenas dos colores resaltan:
la sangre y el fuego.
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